Publicado el 31/05/2013
Presentamos a nuestra leal y disciplinada audiencia a Maricarmen Quintanilla, una adorable facha española, amante del color celeste y del peinado estilo Lina Morgan, quizá porque quedó impactada con la comedia cómico-folletinesca "Celeste no es un Color", interpretada por la conocida actriz madrileña. Maricarmen es todo un personaje de la España carca y antigua, dotada de ese gracejo que tienen las mujeres manchegas y, como tal personaje, la dedicamos este panegírico con todo el cariño y admiración que nos producen las fachas auténticas de rompe y rasga como ella. Sus múltiples actividades sociales, de lo más jacarandosas y variopintas, dirían de ella que es una especie de trotaconventos moderna. Pueden abarcar desde una soflama pública en defensa de la virtud femenina bien entendida, hasta encabezar una Comisión multitudinaria de mujeres para llevar una ofrenda al Apóstol Santiago, patrón de las Españas, vestida con esos increíbles trajes tradicionales que sólo ella sabe lucir como nadie; la participación en un acto de homenaje a las encajeras y bolilleras, una cena de fraternidad en honor de las monitoras que tanto hacen por elevar la formación del espíritu femenino o, como vemos en las imágenes, gobernando con mano férrea una Comisión en el Congreso de Diputados español, cuyo orden es atacado por una lagarta sociata, que pretende defender la disolvencia de la moral abusando de la munificencia de Maricarmen y, lo que es más grave, en presencia de la señora ministra Ana Mato, hablando de sexo, aborto, preservativos y píldoras antiembarazo, algo que Maricarmen no puede consentir. Hasta tres veces tuvo que llamar la atención Maricarmen a esa sociata, una chica desconocida, sin tablas parlamentarias, mal vestida y con unas chapas de propaganda agitadora en el vestido, que trataba de leer un panfleto irreverente y lascivo, excediéndose del tiempo previamente fijado por Maricarmen. Ni las domésticas más respondonas son tan atrevidas. Pero Maricarmen, con esa sabiduría tan suya, en la que combina la delicada elegancia con las admoniciones más penitentes, reprende y reconduce a esa chica descarriada, a la que llama con reiteración señora Montón, por hacer honor su apellido a su condición.
El valor de estas imágenes, más allá de su contenido, es sociopolítico. Nuestra ilustre señora del azul añil, que, como decimos, recuerda a la actriz cómica española Lina Morgan en su comedia "Celeste no es un color", representa el modelo de la vieja guardia de la egregia Sección Femenina franquista que, ahora, como es lógico no se conoce por tal nombre, pero si contrastamos las actividades propias de la vida social de Doña Carmen, que se ilustran al final del vídeo, podemos deducir que se trata de la misma señoraza autoritaria y con dotes de mando, tan típica de la Sección Femenina falangista, que no trataba de reducir el papel de la mujer a una sirvienta hogareña al servicio del machismo del hombre, sino a la máxima pieza maestra de la institución familiar, soporte del auténtico ser social de la armonía y del orden natural, como debe ser, aunque ahora esto no sea popular. Como todos los franquistas modernos auténticos y con clase (no esos acomplejados de aguachinche como Mariano Rajoy), no disimulan el genio de su naturaleza y se alzan frente a cualquiera como los mayores demócratas del mundo, porque lo son como el que más, se diga lo que se diga. No se puede admitir que todos nacemos iguales, porque es una gran falacia. Esa lagarta sociata jamás podrá equipararse en virtudes cívicas y en capacidad de liderazgo a Maricarmen. Nunca. Además, no se lo consentiríamos. Las cosas son como son y no como queramos que sean. Eso es algo que siempre se dice al servicio, cuando trata de revolverse contra las normas de la casa y, si se dice con elegancia y ternura, el servicio siempre lo comprende de buen grado.
Enhorabuena a Maricarmen, nuestra Doña Carmen, por poner a esa sociata de tres al cuarto en su sitio y por velar por la pureza de nuestra raza, por la decencia y la dignificación de la mujer mediante el trabajo, como madre cabal, como maestra moral de sus hijos y como fiel compañera del padre de sus familias.
El valor de estas imágenes, más allá de su contenido, es sociopolítico. Nuestra ilustre señora del azul añil, que, como decimos, recuerda a la actriz cómica española Lina Morgan en su comedia "Celeste no es un color", representa el modelo de la vieja guardia de la egregia Sección Femenina franquista que, ahora, como es lógico no se conoce por tal nombre, pero si contrastamos las actividades propias de la vida social de Doña Carmen, que se ilustran al final del vídeo, podemos deducir que se trata de la misma señoraza autoritaria y con dotes de mando, tan típica de la Sección Femenina falangista, que no trataba de reducir el papel de la mujer a una sirvienta hogareña al servicio del machismo del hombre, sino a la máxima pieza maestra de la institución familiar, soporte del auténtico ser social de la armonía y del orden natural, como debe ser, aunque ahora esto no sea popular. Como todos los franquistas modernos auténticos y con clase (no esos acomplejados de aguachinche como Mariano Rajoy), no disimulan el genio de su naturaleza y se alzan frente a cualquiera como los mayores demócratas del mundo, porque lo son como el que más, se diga lo que se diga. No se puede admitir que todos nacemos iguales, porque es una gran falacia. Esa lagarta sociata jamás podrá equipararse en virtudes cívicas y en capacidad de liderazgo a Maricarmen. Nunca. Además, no se lo consentiríamos. Las cosas son como son y no como queramos que sean. Eso es algo que siempre se dice al servicio, cuando trata de revolverse contra las normas de la casa y, si se dice con elegancia y ternura, el servicio siempre lo comprende de buen grado.
Enhorabuena a Maricarmen, nuestra Doña Carmen, por poner a esa sociata de tres al cuarto en su sitio y por velar por la pureza de nuestra raza, por la decencia y la dignificación de la mujer mediante el trabajo, como madre cabal, como maestra moral de sus hijos y como fiel compañera del padre de sus familias.
