Publicado el 30/01/2014
El mundo de los actos florales es un gran desconocido y poco usual en los ceremoniales de muchas monarquías, a pesar de ser actos excelsos, llenos de la gracia seductora del natural, del encanto de las florecillas envueltas en el follaje exuberante del primoroso verde que fresquea una mano atenta y una mirada de admiración que ilustra los efluvios que traspasan la nariz desde las corolas y los pétalos. Los florales por excelencia consisten en la dispensación de ramilletes de florecillas o de guirnaldas enlazadas a las reales personas, muy comunes en la monarquía británica (lo hemos ilustrado con vídeos en este channel), pero, por extensión del concepto, se consideran florales a todos los actos que tienen por objeto plantas, arboles o flores, incluidos los juegos de tal carácter y tanto los concursos de variedades de jardinería, como rosas, orquídeas o tulipanes, como las ferias hortícolas donde se exhiben grandes calabazas pepinoideas o nuevas variedades de repollos, que alegran el campo y dan belleza a nuestras vidas. Un caso especial de los florales es aquel que utiliza la plantación de arboles como símbolo inaugural, algo muy usual con los delicados cerezos en la monarquía imperial japonesa, pero que es un recurso ceremonial frecuente en la monarquía británica. Otras monarquías, como la española, no son apetentes de los florales y es raro contemplarlos en actos relacionados con los ideales estéticos del natural y las plantas, por su origen cuartelero poco dado a lo sensible. Por eso es lógico que la acumulación de errores en el floral ilustrado en el vídeo sea tan ostensible, tal como indicamos sobre las imágenes. Un floral tosco, sin esplendor, donde un numeroso grupo de sujetos se pretenden protagonistas de la plantación de un palmito, cuando su plantación debe correr a cargo del titular del presídium regis del acto, en este caso de Felipe El Preparao.
